El hombre encadenado a su libertad

La democracia no tiene ninguna obligación de funcionar en favor de las personas. Esto es algo que se debe entender. El poder votar por nuestros representantes es una cualidad que muchos hermanos a lo largo del mundo tienen que envidiar, pero lamentablemente existe una faceta que no se toma siempre en cuenta y que termina desvelando que tal como una democracia puede ser la soberanía del pueblo en el gobierno, también puede ser una tiranía temporal sobre la cual no se tiene poder alguno como ciudadano promedio.

Esto obviamente tiene solución, la cual a diferencia de lo que muchos piensan, no tiene nada que ver con dictadura, sino más bien con la verdadera soberanía y la libertad colectiva de poder pertenecer al sistema que nos rige dentro de lo que nos compete como ciudadanos.

Pero entonces: ¿quién es el hombre encadenado y a que viene esta crítica a la democracia?

El hombre encadenado es aquel, que por el contrario de lo que da a entender el nombre, sujeto que domado por un individualismo de corte egoísta decide creer que será más “libre” dentro de la sociedad si la deja a esta en segundo plano, viviendo sin preocupaciones políticas ni sociales. Es aquel que ha decidido derivar aquellas preocupaciones hacia la gente que si le interesa hacerlo, creyendo que nada cambiara con su participación. A primera vista se comprueba que es un sujeto muy común en nuestra nación. El hombre encadenado es quien ha dejado de participar en los procesos democráticos de su comunidad y de su país, esta encadenado puesto que nadie puede ser libre si no tiene una base sobre la cual serlo, en este caso la base es nuestra tierra y nuestra sociedad.

No eres libre si no puedes decidir sobre aquello que te compete tan directamente como el color de tu casa o si esa empresa multinacional podrá destruir o no la naturaleza en la que vives.

La libertad, al contrario de lo que culturalmente nos han presentado, en realidad significa la capacidad que tienes de tomar una decisión. Si prefieres dejarte llevar por lo que unos pocos decidan, estas encadenado a una sociedad sobre la cual no tienes voz ni voto; simple y llanamente porque dentro de tu criterio, decidiste desligarte de lo único que nos ha mantenido con vida como especie: la comunidad.

El hombre encadenado no solo destruye su propia libertad, sino que a su vez limita la capacidad de acción de otros en el mundo civil, ya que se rompe el colectivo decisivo y necesario para el debate en el cual todos deberían alzar su voz para alcanzar la decisión que sea la más justa. Pero el hombre encadenado al ver que se siguen tomando decisiones que no son de su agrado, sigue sin integrarse y arrastra a todos aquellos que ven como la democracia ha sido “injusta” con él. ¿Cómo se supone que debemos tener soberanía de nuestras tierras si es que tan solo unos pocos los que luchan y están dispuestos a hacerla funcionar?

Ese es el problema de la democracia, un problema tan antiguo como la propia Grecia, donde realmente los problemas radican en la poca voz que tienen aquellos que luchan dentro de la institución “democrática” resultado de que a los que representan están encadenados a sus ideas individualistas.

¿Solución? La educación.

Este conflicto que presento se reduce meramente a la falta de conocimiento que deja la escasa o francamente nula educación cívica en las personas. A todas luces es muy difícil que una persona se sienta integrada en el sistema democrático si conoce muy poco de su funcionamiento.

En Chile, así como en otros países, se considera que las escuelas y liceos deben ser la fuente de conocimientos necesarios para rendir una prueba de admisión universitaria y de esa forma poder desenvolverse en el mundo profesional. En ese ideal utilitarista, la integración en el mundo civil queda completamente aparte, además de prácticamente anulado del futuro conocimiento y desarrollo de nuevas habilidades, generando desconexión entre las personas que terminan viviendo en islas de individualismo, separadas por aguas de ignorancia y miseria, distantes los unos de los otros reduciendo los vínculos al más imprescindible utilitarismo económico. Eso es lo que se les está brindando a los jóvenes del mañana.

Con la base educativa que le brindamos actualmente a las nuevas generaciones, jamás podremos esperar que la democracia funcione plenamente de forma representativa, menos aún podemos esperar entonces una descentralización o soberanía de los territorios en ningún sentido.

No sólo se puede pretender enseñar cómo funciona algo sin explicar la importancia de este conocimiento, clásico error educativo en todas las asignaturas. Se genera el mismo efecto que las matemáticas en los alumnos de humanidades; el memorismo, o sea aprender para la prueba y olvidar.

La educación cívica no puede ser igual, de esta depende la patria, el futuro del país, y por supuesto, de aquello depende el hecho de poder tener algún día la más plena libertad en comunidad, gozando del debate en fraternidad y de la decisión adecuada para nuestro hogar, nuestra comuna, nuestra región, nuestro país. Para ello, el hombre encadenado debe dejar de existir.

Nico Viera

Por Nico Viera

Secretario Nacional de Desarrollo Regional de la Juventud Radical de Chile. Militante del Partido Radical de Chile.