¿Se habría evitado el Estallido Social con una buena política de Transporte Público?

Foto en portada: Subus Chile.

Una cadena de errores, intereses, ineficiencias, soberbias, colusión y hasta locura, sentenciaron el resultado de un proceso que a todas luces sería complejo y con muchas aristas. De un lado las empresas, en el sistema, y las que querían entrar, todas compitiendo entre ellas palmo a palmo por el multimillonario negocio de mover a un millón de santiaguinos. Por otro lado, el oportunismo político, la necesidad de figurar de algunos, aunque todo sea maquillaje. “La mentira tiene patas cortas” reza el dicho popular.

Los Hechos

Corría el año 2017, finales del segundo gobierno de Michelle Bachelet, y como no podía ser menos:  año electoral. En paralelo a esos eventos más bulliciosos también se gestionaba un silencioso pero importante proceso de licitación para adjudicarse paquetes de recorridos de buses urbanos, o como se dice técnica y formalmente, unidades de negocio”, abarcando la mitad de la oferta de transporte en buses urbanos en Santiago. Algo no menor, ya que eran 3000 máquinas y más de un millón de pasajeros en juego. El proceso si bien tenía un montón de vicios e irregularidades, que ya veremos más adelante, de por medio igual se apuntaba a modernizar la flota, disminuir el tamaño de las empresas operadoras, mejorar los trazados y como punto novedoso que los principales terminales donde se guardan y se les hace mantenimiento a los buses, pasarán a manos del Estado, teniendo las empresas que arrendar estos. De esta forma se asegura la viabilidad del sistema en caso de algún problema, huelga, contingencia o cualquier impedimento a saber.

Hay un montón de análisis a favor, en contra y otros que intentan llegar a un punto medio con respecto al proceso que estaba dando. Lo cierto es que se quería empequeñecer las empresas, es decir, dividir el trabajo en varias empresas distintas, para hacer el sistema más óptimo y competitivo. De paso aprovechar de sacar a una empresa paupérrima, Alsacia, operadora que había demostrado a todos los santiaguinos que era posible gestionar absolutamente todo mal, para que mejorar los recorridos que ellos operaban, las conocidas líneas “100” que abarcan sectores muy desposeídos y segregados del resto de Santiago, principalmente desde y hacia Renca y Lo Espejo, junto con otras comunas.

Lamentablemente la situación de permanentes irregularidades en el proceso, no tardó en generar los primeros cuestionamientos a lo que ocurría a puertas cerradas. Aquí había “gato encerrado”.

El arreglin camuflado

Resulta que algunas “unidades de negocio”, es decir partes del mercado de transporte urbano a licitar, tenían solo una empresa, o a lo más dos, que postulaban a estas. No pasó mucho tiempo en deducirse que, aparentemente, estaba teniendo lugar una colusión o pacto de no agresión entre algunos viejos operadores en contra de los nuevos que querían entrar al negocio del transporte público santiaguino. De estas nuevas empresas podemos mencionar a Tower Transit, de capitales británicos; Carmo Sion,de capitales brasileros, y Nexbus, un consorcio entre capitales chilenos y españoles. Se hablaba hasta de una “encerrona” a estos últimos al no tener “experiencia” operando micros urbanas en Santiago.

Como era de esperarse, algunos empresarios y consorcios transportistas que quedaron fuera del proceso, por supuesto agraviados y ofendidos por no haber podido entrar efectivamente a la licitación, o más bien a esta suerte de repartija entre comensales que estaba teniendo lugar, iniciaron acciones legales, que detuvieron parte del proceso, retrasándolo. Por si el cuento no fuera suficientemente complejo, mientras esto sucedía llegó noviembre y por tanto las elecciones presidenciales y legislativas, por lo que el gobierno que resultase electo tendría que hacerse cargo de este “cacho”.

El elemento político

Como bien sabemos todos, en segunda vuelta de las elecciones presidenciales, ganó Sebastián Piñera con una abrumadora mayoría de más de 10 puntos sobre su principal contendiente, y en un ambiente de apatía política donde no votó ni la mitad del electorado. Llegado marzo del 2018, “Tatan” asume su segundo mandato y nombra como nueva ministra de transporte a Gloria Hutt, quien poco más de una semana tras asumir, declara desierta la licitación en curso, echando por tierra todo el proceso anterior, queriendo hacer una suerte de borrón y cuenta nueva.

¿Vino un cambio? En breve: No.

La verdad es que no era precisamente confiable que el actual gobierno cambiara sustancialmente el sistema. Si vemos la historia, en el año 2012, durante el primer gobierno de Sebastián Piñera se debía re-licitar gran parte del sistema, igual que ahora, y si bien en la campaña del año 2009 dijo que iba a cambiar el Transantiago, lo cierto es que cuando llegó la licitación profundizó aún más el sistema e incluso agrandó descomunalmente el tamaño de muchas empresas operadoras, todo lo contrario a lo que alguna vez dijo en campaña.

Las soluciones parche

Tras el debut de la nueva ministra de transporte, y mientras supuestamente se elaboraban las bases de la nueva licitación, las rutas y servicios de buses tenían que seguir funcionando, para garantizar la viabilidad del transporte y evitar un colapso. Por ello, el Estado optó sencillamente por extender los contratos y concesiones vigentes.

Para darle una “buena señal” a los pasajeros y la ciudadanía, la regla de extender contratos corrió para todas las empresas, excepto Alsacia, por los motivos que anteriormente se señalaron, puesto que en verdad la empresa era un desastre como operador de transporte. Esta compañía, incluso había entrado en “default” de tanta deuda que acumuló en el extranjero.

La salida de Alsacia del sistema no fue sencilla. Transcurrido el año 2018 con los mismos operadores, alguien tenía que seguir operando los servicios y rutas que Alsacia abandonaba. Para cumplir con dicho desafío, se necesitaban cientos de nuevos buses de reemplazo, por lo que se compraron buses nuevos, con un altísimo estándar, el recién inaugurado “estándar RED”, muy bullado por La Moneda, cuya parte de esa flota es 100% eléctrica, para dar buena imagen frente a la conferencia COP25 a desarrollarse a fines del año 2019 originalmente aquí en Chile.

¿Dónde está el problema? No se realizó  ninguna clase de licitación ni concurso público, sólo bastó la “dedocracia” y la arbitrariedad del gobierno. Lo que la experiencia nos dice es que esto se presta para pagar sobreprecios y una serie de consecuencias de largo e insospechado alcance. Así estas maniobras del gobierno por lavar su imagen, jugaron en contra a tal punto que se desató  una gran polémica por el despilfarro de 300 millones tan sólo en diseñar el nombre “RED”.

Las malas prácticas se replican de un gobierno a otro, y de una década a otra, comprobando ser un fallo estructural de este país, aquejado de todos los problemas del neoliberalismo y de la relación del poder con el dinero. Esto de comprar cosas sin licitar recuerda al plan trienal de inicios de la década del 2000 donde en ese entonces el gobierno de la Concertación, compró trenes usados sin licitación, trato azuzado por la amistad personal del presidente Lagos con el otrora Rey de España, quien curiosamente está ahora desacreditado por actos de corrupción… ¿Lo recuerdan?

El fatídico año

A principios de 2019 la situación de parte de la flota del sistema es paupérrima, ya que los buses más antiguos que circulan por las calles se encontraban en deplorables condiciones. Esto como efecto adverso de la llegada de los famosos buses estándar RED, su alto coste, significó que el número que trajeron a la ciudad fuese absurdamente insuficiente para renovar todos los buses que habían sobrepasado su vida útil, por lo que se tenían circulando aún muchas máquinas de los años 2005 y 2006 en deplorables condiciones. Se hace énfasis en que no se trata de renovar máquinas por una cuestión meramente de años, de tener los buses más modernos, o que estos no se puedan reparar. Debe tenerse en cuenta que estos buses trabajan todos los días del año, las 24 horas del día. Es decir, estas máquinas sometidas a trabajo intenso y constante durante más de 10 años, sencillamente ya no dan más, con problemas técnicos de distinta índole, con motores gastados, averías constantes y reparaciones costosas.

Como no hubo ninguna clase de licitación y a los demás operadores distintos a Alsacia les añadieron más carga de trabajo, subieron enormemente los costos de operación. Esto es porque muchos de los recorridos que entregó Alsacia estaban en zonas donde otros operadores no trabajaban y eran recorridos que además funcionaban de manera deplorable. Lo tragicómico de todo esto es que mientras eso ocurría, el gobierno “marketeaba” de manera casi nauseabunda los nuevos buses con aire acondicionado y otro escaso puñado de buses eléctricos, que el Estado por cierto los traía vía Leasing para que las empresas privadas del Transantiago los operaran. Y así transcurrió el año 2019…

De la nueva licitación ni hablar, no tenía por donde salir el llamado público, eran atrasos tras atrasos. ¿Será que simplemente no querían licitación y cortar todo entre gallos y medianoche?

El show, costó caro… Y vaya que costó caro.

Era de esperarse que ante los retrasos e ineficiencias, voluntarias o no, los costos del sistema no pararan de subir. Y por eso el famoso “Panel de expertos” que fija la tarifa del sistema, subió el precio del pasaje en grandes cantidades para paliar el déficit generado. Mientras que los tiempos de viaje seguían siendo altos y las aglomeraciones no bajaban, con lo que afectaban diariamente la vida de la gente.

A inicios de octubre aumenta la tarifa de todo el sistema. El metro, pilar fundamental del sistema, se volvió impagable para el ajustado presupuesto mensual de muchas personas. Consideremos también que al ser Transantiago (o RED) un sistema integrado, si los costos de una sección suben, sube todo el sistema. La alta tarifa del metro es la cara visible de todo este proceso mal manejado. Como consecuencia directa de esto se desatan protestas estudiantiles y populares mediante evasiones del pago masivas, algo simbólico muy fuerte en todo el mundo, ya que en varias ciudades grandes como Nueva York o el Distrito Federal de México ya habían ocurrido.

Así lo que no había logrado un historial de décadas de injusticias y atropellos, si lo logró la soberbia y desidia del gobierno de Piñera, lleno de ministros gerentes de empresas, tecnócratas que no tienen calle y aquejados con una falta de sensibilidad brutal frente a las necesidades de la gran mayoría de trabajadoras y trabajadores del país. Gatillaron un estallido social sin precedentes. El resto de la historia ya es cuento conocido.

 

Tras la debacle

Habiendo pasado más de la mitad del 2020, a fecha de esta redacción el llamado a licitación inexplicablemente aún no se concreta. La falta de preparación gubernamental, o lisa y llanamente el sabotaje, interpretación que se la dejo al juicio de los lectores, es tal que si bien las bases han sido ingresadas una y otra vez por el gobierno, estas no pasan el filtro de Contraloría que las rechaza porque están mal hechas, es decir son contrarias a lo que señala la ley.

Haciendo política ficción: Si hubiese ganado Guillier, no me queda duda alguna que el tremendo negociado que está cargo del transporte de superficie seguiría estando de fiesta. No obstante de haber llegado a buen puerto el plan de licitación propuesto en el gobierno de la Nueva Mayoría y en plena sintonía con la candidatura de Guillier, probablemente el sistema sería más barato y la ciudad contaría con muchos más buses nuevos y eficientes, llevando eso a costes de funcionamiento disminuidos, no habiendo subido la tarifa de la manera tan insensible y brutal que fue, y si somos optimistas, quizás hasta podría haber bajado la tarifa.

Y para quien solo aprende a palos, y sigue recurriendo a las soluciones parche, al cierre de esta edición ya se le venció el contrato a gran parte de otra unidad de negocio, Express de Santiago Uno, y para suplir gran parte de los recorridos que esta empresa abandonó, adivinen… si: Se repartieron la torta entre operadores actuales, idéntico a lo que sucedió con Alsacia. Mientras tanto de los recorridos que no fueron reasignados se los dieron a otra empresa de los mismos dueños pero con otra razón social. No solo el ave fénix renace desde las cenizas...

 

Epílogo

Ya concluyendo, de todo lo que podemos aprender de este denso y complicado proceso, es que debemos interiorizar el pensamiento de  que no da lo mismo quien gobierne. Si bien considero que ambos proyectos, tanto el de Guillier como el de Piñera, distaban bastante de los cambios profundos que Chile realmente necesitaba y sigue necesitando.

No obstante, la diferencia en el “tacto social”, especialmente con los más humildes, probó ser abismante entre uno y otro equipo de gobierno, y de consecuencias insospechadas. Si el Estallido Social hubiese tenido lugar en un gobierno de centroizquierda, progresista o como quieran llamarlo, se puede concluir que este no habría sido por un aumento de la tarifa del transporte público. El error de anular el proceso, declarándolo desierto en marzo de 2018, en el mismísimo comienzo del gobierno de Piñera, fue la pequeña bola de nieve que se terminó transformando en avalancha.

Muchas personas que se dicen “progresistas” señalan que el Estallido Social no hubiese ocurrido si es que en las elecciones presidenciales de diciembre del 2017 hubiese ganado Alejandro Guillier en vez de Sebastián Piñera. Aclaro en honor a la verdad, que personalmente considero que la campaña de Guillier, en general, fue desastrosa. Como Radical al igual que muchos, viví el proceso desde dentro, y eso explica en gran parte los magros resultados que obtuvo dicho candidato en las elecciones, pero ante todo declaro, categóricamente, que el Estallido Social iba a ocurrir de todas formas, por cualquier causa inmediata y en algún momento cercano en el tiempo, dadas las injusticias y enojo acumulados a lo largo de décadas. En ese sentido el reconocido sociólogo Alberto Mayol ha elaborado excelentes análisis en la materia, pero eso ya es tema para otra investigación.

Subidón más o subidón menos de tarifa, pero las horrendas políticas de transporte público que han llevado a cabo los distintos gobiernos durante muchas décadas nos llevaron para bien y para mal, a este punto histórico.


Fuentes y referencias

 

Nicolás Cabero Saldías

Por Nicolás Cabero Saldías

Ingeniero en Transporte y Tránsito. Licenciado en Ciencias de la Ingeniería