Nueva constitución: Primera vez en la historia que nos dejan participar

El 18 de octubre del 2019, será recordado como un antes y un después en la historia política y social de Chile, o bien podría engrosar la vasta lista de rebeliones ciudadanas en las que el pueblo intentó ser escuchado y visible, para conseguir solución a sus demandas sin lograr respuesta alguna. En esta breve descripción de la cruda historia de Chile, debemos reflexionar sobre lo que es el proceso constitucional que tenemos al frente.

La República que no era de todos:

Tras la Revolución de la Independencia, la nueva élite criolla que vino a desplazar a los jefes españoles, se apresuró en acumular y asegurar toda clase de privilegios en el que sería un nuevo país. Como los grandes fundos, este era literalmente SU país, con unos dueños bien definidos. Así no sorprende que Chile se edificara sobre los cimientos que estableció esta oligarquía criolla, expatriando adrede la participación política del resto de la población. El mestizo, peón, gañan, roto, o simplemente aquella persona sin bienes fue considerada “masa influenciable y vendible”, en palabras de Eduardo Matte, bisabuelo de Eliodoro Matte Larraín, presidente de la monopólica Compañía Manufacturera de Papeles y Cartones – CMPC[1], para que vean que los apellidos de los dueños de este país, no han cambiado mucho.

La bandera de la Revolución Constituyente de 1859, es actualmente la bandera de la Región de Atacama.

¿Cuándo es que el pueblo comenzó a ser sujeto de interés en la participación política?

En medio de las revoluciones radicales de 1859, la oligarquía, tanto liberal como conservadora, aterrorizada del posible triunfo de esta revolución de inspiración racionalista, regionalista, democrática y constituyente, decidió pactar la unidad para derrotar y aplastar en conjunto a estos “radicales” de Pedro León Gallo. Los liberales aceptaron el pacto, a cambio de que el candidato a Presidente de la República para el siguiente periodo fuese alguien de “unidad” …

Así aplastaron la revolución en armas, mas no en las ideas.

Con todo hubo una transición política. Fue el final de una época. Tras el nuevo gobierno de consenso conservador, vino uno liberal, que, a fin de mantenerse en el poder frente a los conservadores, integra a nuevos sectores sociales para convertirlos en “masa electoral”. Comienzan entonces las estrategias para captar esos votos. La oligarquía terrateniente, extorsionó a sus inquilinos y peones para obligar un apoyo electoral. [2]  De esta forma cruda, terminaron los decenios conservadores en Chile y se establecieron los gobiernos liberales, bajo el fraude, el cohecho, y mucha ignorancia. Resulta curioso decir, que eso para la época era al menos una competencia un milímetro más justo, permitía algún grado de alternancia política en el poder.

Para la población, el único otro rol que tenía en esta Republica era la de ofrecer su fuerza de trabajo.

De los “otros” estallidos sociales:

Entrado el siglo XX, las arcas fiscales del estado chileno gozaban de un superávit producto de los impuestos sobre la extracción privada del salitre. Mientras tanto, la situación cada vez más precaria y miserable de los obreros, que vivían en un régimen feudal, policial, donde se les pagaba en fichas para comprarle a la misma empresa, llevó a distintas huelgas.

El atrevimiento de levantar la voz contra los dueños de Chile se castigó sin misericordia alguna en reconocidas matanzas. La más conocida es la de 1907, donde el Ejército ametralló a los obreros en la Escuela Santa María de Iquique. Los medios de la oligarquía, igual como lo hacen hoy, justificaban las carnicerías. Existe más de una incendiaria columna de “El Mercurio” pidiendo que se ponga fin a la subversión. La dinastía de los Agustín Edwards tiene todo un abolengo familiar justificando asesinos.

En contraste, uno de los que mejor conocía las condiciones en que vivía el bajo pueblo, era sin duda el líder obrero Luis Emilio Recabarren.

Recabarren dijo: “El pueblo de Chile es de índole altiva. Trabaja mansamente, se deja explotar con resignación, pero es un león cuando se cansa de sufrir, cuando se ve colmado de abusos.”

Va más allá incluso y mete el dedo en la llaga misma de las conciencias de la gente: “Son en su mayor parte ignorantes, sin métodos, sin una organización siquiera regular (…).

Declara respecto a la furia de los chilenos: “Así se explica que sólo han pensado en la violencia, y cuyo método ensayado ya en repetidas ocasiones y estrellado contra las bayonetas y los cañones, debe señalar un cambio de táctica más inteligente, menos violento, más eficaz, menos bulliciosa…

Finalmente, instruye como única solución: “La organización poderosa y perfecta del proletariado en el terreno económico, político y cooperativo para sustituir inteligentemente por estos tres caminos a la actual sociedad. Lo demás será abatir las energías obreras”[3].  

Recabarren describe de esta forma al bajo pueblo del Chile de principios del siglo XX, conscientes de las injusticias sociales, pero sin las herramientas que los llevaran a la posición de progresar y posicionar sus demandas. Más bien esta muchedumbre masticaba su resentimiento, sentía el sabor amargo de las injusticias, respondiendo con violencia ante la incapacidad de organización propia, lo que al final terminaba por desgastar todo intento de cambiar las cosas.

Mientras lentamente se generaban estas conciencias, pasaron años…

Alessandri y la “constituyente de todos” que no fue:

Ya llegando a la década del 20, un protegido de la oligarquía liberal, Arturo Alessandri Palma, senador por Tarapacá desde 1915, comenzó a ganarse la simpatía de los electores más humildes en base a discursos populistas, inéditos en el Chile aristocrático de la época, en donde hacer campaña electoral era todavía considerado por muchos “una rotería”.

El papá Arturo, sentado, y el hijo Jorge. Ambos Alessandri serian constituyentes… cada uno a su tiempo.

Alessandri se lanzó como candidato a la Presidencia en 1920, en una contienda donde los dos contendores competitivos eran del Partido Liberal. Finalmente ganó la máxima magistratura en un intenso voto a voto frente a Luis Barros Borgoño[4].

Tras lidiar durante la mayoría de su mandato en tensos conflictos con un Congreso donde la mayoría la tenía la oposición, Alessandri se vio incapaz de promover su agenda política… Hasta que un grupo de jóvenes militares realizó el “ruido de sables” indignados por la paralización de las leyes sociales en el Congreso.

Así, tras un caótico año, que implicó un golpe y un contragolpe de estado, Alessandri vuelve a gobernar completamente convencido de que era necesaria una nueva Constitución para Chile, puesto que consideraba que la conservadora de 1833, aún con las numerosas reformas liberales, estaba totalmente agotada. ¡Formidable! Alessandri además prometió que la elaboración de esta nueva carta fundamental tendría participación popular y es así como propuso la conformación de asambleas populares. ¡Oh sí, Asambleas! Afirmación que en los círculos oligarcas de la época le valió el mote a Alessandri de “bolchevique” y “sovietista”. Esta iniciativa fue conocida como la Asamblea Constituyente de Asalariados e Intelectuales o “Constituyente Chica”[5].

Lamentablemente al poco andar, Alessandri ya en una posición más sólida en el gobierno, optó por cercenar el proceso de la Asamblea Constituyente, y prefirió una constitución presidencialista redactada a su gusto, entre cuatro paredes. Para validar su proyecto recurrió al plebiscito, donde la participación rondó en el 45% del electorado y cuyo proceso fue relegado al olvido, tanto así que es un acontecimiento poco conocido y estudiado en la historiografía chilena. Con altos y bajos, esa constitución rigió Chile por casi 50 años.

La Constitución del 80 y el fraude del “plebiscito”:

Transcurrida la época del desarrollismo económico en Chile, las experiencias del Frente Popular, los “tres tercios”, y finalmente la Unidad Popular, demostraron ser demasiado para lo que podían aguantar los estómagos oligarcas. Es así que, en plena Dictadura Militar, una de las cosas que más preocupaba era generar un marco legal y constitucional que impidiese que alguna vez los mencionados oligarcas pudieran volver a sentirse amenazados por el pueblo organizado. Era necesario consagrar constitucionalmente el nuevo régimen económico: el neoliberal.

Así, admiradores de la Constitución de 1925, como Jaime Guzmán, o Jorge Alessandri, hijo del mencionado presidente, se debatieron en como debía terminar la dictadura y sobre que marco legal. Tras debates, conflictos, y acuerdos, salió un borrador basado en la anterior constitución, pero con numerosas “novedades” o más bien trampas…

Para que pasara el “test de blancura”, se propuso un plebiscito a semejanza del proceso del año 1925. Ese proceso constituyente se realizó en un contexto nacional de terror, censura, incertidumbre y desinformación, en el que solo se proponían dos opciones: SÍ, para una nueva constitución y NO, para mantener la constitución de 1925. Existe multitud de registros audiovisuales que demuestran la poca transparencia del proceso, no había registros electorales, funcionarios del ejercito votaron multitud de veces, hasta los muertos votaron.

De este plebiscito arreglado surge la Constitución de 1980 que, entre sus novedades, establece mayor importancia a la propiedad privada que a los derechos de los individuos, promueve el fortalecimiento del sector privado, que en nombre de la “libertad” impide la intervención estatal en auxilio de los más humildes. Esto queda en evidencia en la precarización de la salud, educación y vivienda, es decir, en los derechos fundamentales de los chilenos. Hubo senadores designados, un sistema binominal que garantizaba un empate técnico permanente con la derecha, quórums para distintos tipos de leyes, sin mencionar todos los “decretos leyes” de la dictadura que nos norman y CONTINUAN VIGENTES. En resumen, nuestra actual constitución es ilegítima en cualquier república considerada democrática del mundo, por su origen totalmente impuesto por una dictadura.

De vuelta a la Actualidad:

Actualmente estamos ad portas de un importantísimo acontecimiento que podría ser un hito en la Historia republicana de Chile. El 25 de octubre se llevará a cabo un plebiscito que dará inicio a un proceso constituyente que dista mucho de los anteriores. Por primera vez, la ciudadanía en un acto en uso de su soberanía política y mediante la participación directa ha logrado imponer la necesidad de cambiar la constitución de 1980. Por primera vez, la ciudadanía logró que el Congreso Pleno se reuniera a discutir y concretar que esta necesidad de la población tuviera fecha y forma.

Sin duda el 18 de octubre del 2019 será histórico, la ciudadanía salió a las calles todo el mes de octubre coronando el 25 con la marcha más grande de todas[6]. La soberanía que reside esencialmente en la nación se manifestó dejando atónitos a todos los dirigentes políticos, incluido el presidente de la republica dando declaraciones desesperadas: “estamos en guerra con un enemigo poderoso”. La respuesta no se hizo esperar y llegó de donde menos esperaba Piñera, un general del ejército declarando que él no está en guerra, que es un hombre feliz.

El Chile que describía Recabarren ha evolucionado, pero aun sentimos que el pueblo mastica resentimiento y saborea la amargura de décadas de injusticias y que, si bien se manifiestan de otra forma, en el fondo se mantienen las desigualdades. Al parecer los conservadores aún no logran comprender que la unión hace la fuerza. Así se explica que sólo hayan usado la represión como método de control, el que ya han ensayado ya en repetidas ocasiones, estrellado contra el pueblo las bayonetas y los cañones de las fuerzas de control del orden público. El Pueblo debe buscar un cambio de táctica más inteligente, menos violento, más eficaz y menos bullicioso: La organización poderosa y perfecta del proletariado en el terreno económico, político y cooperativo con el fin de sustituir inteligentemente por estos tres caminos la actual sociedad.

 


[1] “Los dueños de Chile somos nosotros, los dueños del capital y del suelo; lo demás es masa influenciable y vendible; ella no pesa ni como opinión ni como prestigio” (Ernesto Carmona, Los dueños de Chile, Ed. La Huella, Santiago, 2002, p.119).

[2] Voto con restricción de participación. Podían votar solo aquellos que tuvieran 25 años, casados y con bienes como propiedades y animales. (Prat Chacón Arturo, Memoria para optar al grado de licenciado, facultad de derecho de la Universidad de Chile, Valparaíso 26 de julio de 1876 El voto universal y secreto fue una iniciativa liberal porque de esa forma podían lograr una ventaja electoral con los conservadores, es decir necesitaban ampliar el espectro elector, y por esa razón impulsaron esa moción, es decir necesitaban del pueblo para prevalecer.  (Labradores, peones y proletarios, Salazar Gabriel, LOM ediciones 2000, p 7 -11)

[3]Periódico La Vanguardia, 1907, Argentina.

[4] Alessandri perdió el voto popular contra Barros Borgoño por poco más de 1000 votos, pero Alessandri le ganó por 4 votos electorales, con lo que se convirtió en presidente constitucional.

[5] Tuvo lugar en Santiago de Chile entre el 8 y el 11 de marzo de 1925, en vísperas del proceso constituyente anunciado por el gobierno. Participaron un amplio abanico de organizaciones del movimiento popular:  Partido Comunista, Federación Obrera de Chile, Asociación General de Profesores, Unión de Empleados de Chile, Federación de Estudiantes de Chile, sindicalistas independientes, sectores anarquistas, demócratas, radicales, feministas y otros.

[6] Esta marcha convocó a más de un millón de personas en el centro de Santiago.

Verónica Alarcón Jiménez

Por Verónica Alarcón Jiménez

Profesora de Historia, Geografía y Educación Cívica.