El Ignorado Deber del Estado

Cuando hablamos de una pandemia, por definición la enmarcamos en un problema eminentemente sanitario. Así olvidamos que esta es un problema de salud pública que va mucho más allá del mero virus que acecha a la población, teniendo múltiples expresiones sociales, culturales, económicas y por supuesto anímicas.

El gobierno, con un enfoque económico rayando en lo infantil y una mentalidad neoliberal patente a todas luces, pretendía “comprar la cura” la solución al problema, negociando rápidamente las vacunas con las farmacéuticas a fin de mantener abiertos los negocios. Mientras tanto llegaba la “solución comprada”, se establecia una normativa de circulación más que cuestionable por su sumisión ante los intereses empresariales y con un estado policial que con la conveniente excusa sanitaria mantiene el control social sobre una población totalmente adversa al presidente que marca una aprobación de una cifra.

En ese concierto de situaciones se desenvuelve la sociedad, la salud pública y sobretodo la siempre presente cultura.

La cultura

Por todo el shock por la vida en pandemia, los aspectos culturales y anímicos de la población, el llamado bienestar emocional de la sociedad chilena da un paso atrás frente a los temas de “importancia” en estos momentos. Y es que no nos damos cuenta, ante lo interiorizada que está, pero esta cultura es más que crucial.

La cultura, aquella categoría “rara”, que va más allá de lo normativo y legal, en este año 2021 se yergue con una faceta en nombre de la conciencia, la moral y el terror, haciendo referencia al temor ya sea del linchamiento social hacia aquel que practica una vida social normalmente, o por otra parte, el miedo a la muerte de un ser querido o propia producto de acercarse a otro ser humano de nuestro entorno. Tenemos actualmente una cultura antisocial.

Para muchos, es esta la cultura que más necesitamos para poder salir adelante y volver próximamente a una vida normal o, al menos, lo más acercado a lo que conocíamos. No obstante, el problema es que cuando el virus ya no sea un factor, de todos los conflictos que deberemos enfrentar en la sociedad post pandemica la de mayor dificultad para superar será la emocional.

Ya de forma previa a la pandemia existía un porcentaje que incrementaba año tras año de personas que habían tenido o siguen teniendo cuadros depresivos/crisis de ansiedad entre otros problemas de salud mental que han tomado cada vez más relevancia en Chile en los últimos 30 años. La pandemia agudizó este ya grave problema, provocando que estas cifras se disparasen, por razones como la nueva cultura “antisocial” que existe, también tomando en cuenta que la única forma de poder mantener la vida social sin peligro es a través del internet y las redes sociales, que reducen las relaciones sociales a un mero producto, terminan generando aún más conflictos, especialmente para los jóvenes.

Para empeorar las cosas, el abordamiento de la situación anímica de los chilenos es tan desastrosa en este país, que el gobierno ni siquiera puede generar cifras reales o serias de los porcentajes de ciudadanos que sufren problemas mentales. Hay un muy potente factor cultural en Chile, que nadie ha abordado decisivamente.

Por ejemplo, según el médico psiquiatra de la Clínica Dávila, Eugenio Escorza, el 10,1% de las mujeres tienen cuadros depresivos a diferencia de los hombres que tienen, nominalmente, cuadros depresivos en solo un 2,1%. Estas cifras que por nada significa que exista menos depresión en hombres,  se debe a que las mujeres son más propensas a buscar ayuda mientras que los hombres tienden a guardarlo por un factor cultural. Esto viéndolo en comparativa obviamente, porque si tomamos en cuenta la cantidad de personas, independiente de su sexo, que no buscan ayuda ni psicológica ni psiquiátrica porque creen que o no es necesario o es algo de lo cual avergonzarse, los porcentajes subirían el triple.

¿Que hace la educación al respecto para abordar el problema cultural? Se cree que el estado, al igual como otros aspectos como la educación sexual, no debería apoyar en la educación de los niños en ese aspecto, puesto que para ello está la familia. Esta es la falacia más común de los sectores conservadores ya que realmente en Chile la familia tradicional no existe a la luz de todos los estudios sociológicos y demográficos al respecto, mencionando las madres solteras, los “huachos”, la alta taza de infidelidad, entre otros aspectos, los que a su vez influyen en la salud social y mental de todos. Y finalmente aunque existiera la familia tradicional en Chile, aunque sea minoritariamente a la luz de los antecedentes: ¿qué capacidad de fomentar la salud mental, el autoestima, la felicidad y el bienestar anímico de sus hijos puede tener la familia si es que los padres tampoco han tenido ninguna educación en ese aspecto?

En resumidas cuentas, el chileno durante mucho tiempo ha demostrado adoptar un enfoque conservador e incluso reacccionario en cuanto lo que respecta la salud mental, y el Estado, pudiendo hacer algo, irresponsablemente no ha hecho nada para poder proteger la salud de sus ciudadanos. En consecuencia, la juventud adolece de numerosos problemas y tienen pocas herramientas para salir de ellos, los adultos mantienen la enfermedad como un secreto latente que cada vez atrofia más su personalidad y habilidades, sin mencionar la depresión y la más que probable generación de enfermedades de todo tipo, a veces catastróficas.

Creando una nueva cultura

La pandemia viene a hacer más patente el problema, eliminando la vida social de la ecuación y debilitando aún más la ya débil capacidad de abordar el problema mental en sociedad. ¡En nombre de la salud pública, estamos destruyendo la salud mental de millones! Lo cual nos dejara un país devastado por la depresión, el desinterés, la empatía nula, desinterés en progresar y mucho más en aportar a la patria.

No es que las cuarentenas no sean necesarias en su momento, pero en honor a la verdad las circunstancias que vivimos a día de hoy, son gran parte responsabilidad de una mala gestión del estado afrontando la crisis, porque ha sido el gobierno quien en son de proteger el dinero de los grupos económicos y de poder que lo sostienen ha dejado de lado al chileno común frente a la precariedad y desprotección de un abominado sistema neoliberal francamente moribundo. Las falencias en la salud pública, particularmente la mental, vienen de mucho antes, pero ha sido este gobierno oligarca miserable el que ha jugado con la salud de los chilenos a su conveniencia política inmediata. Que otra forma de justificar los permisos para las vacaciones en Miami, los negocios chicos cerrados, los malls abiertos, las cuarentenas selectivas para comunas pobres y la permanente discriminación en la aplicación de los controles. Todo esto se resume en la cruel realidad de que al igual que otros aspectos, la salud es un negocio, y el estado solamente está para reprimir y proteger el negocio de unos pocos.

Hoy, tenemos que levantar la voz, porque la vida no termina en el dinero. Necesitamos gente con ánimos de despertarse, de trabajar, de desarrollarse y no con ganas de morir, no podemos normalizar esa situación. Para eso el gobierno debe generar lo antes posible un plan efectivo de promoción y educación sobre salud mental para todos los chilenos, enfocándose tanto en las juventudes, las que han quedado perdidas en un laberinto de emociones depresivas, como en los adultos, sin ánimos de vivir y con el estrés en las nubes.

El Estado debe hacerlo. Debe promoverse la salud mental como una necesidad universal y no solo para abordar a la “gente anormal”.

Es responsabilidad del Estado, ya que si este encierra a su población en sus casas privando y restringiendole de la capacidad de vivir en sociedad, de salir, de convivir, de conocerse, de salir de la monotonía, se genera apaleamiento, desinterés y malestar anímico… Debe entonces ser capaz a su vez de ofrecer además de los cuidados respiratorios, la asistencia emocional, psicológica y anímica para todos aquellos que lo necesiten, porque no es su culpa esta situación, y antes que generar un brote por la necesidad de socializar de una persona, es preferible que el estado las eduque y las ayude para que puedan tener estabilidad en su vida, especialmente en estos tiempos tan delicados.

Porque la vida digna no termina en el dinero, debemos fomentar y exigir un plan del gobierno para los ciudadanos de Chile, evitando así, más muerte de personas gracias a que nadie los ayudo. Donde no es suficiente la familia y la cultura, debe llegar el estado.

Nico Viera

Por Nico Viera

Secretario Nacional de Desarrollo Regional de la Juventud Radical de Chile. Militante del Partido Radical de Chile.