Los Principios no se Transan

No hay libertad sin justicia. No hay justicia sin igualdad. No hay igualdad sin libertad.

“Los seres humanos nacemos iguales”… Pero las oportunidades que se nos ofrecen al nacer, y a medida que vamos existiendo, son desiguales. El color de la piel, sexo, lugar de nacimiento, religión, situación económica familiar, etc., determinan las facilidades y obstáculos que vamos a encontrar en el instante mismo cuando dejamos el útero de nuestra madre. Otros factores se añadirán pronto, como la educación recibida en el hogar y el colegio, el contexto social y político, y ya en la adultez, la profesión que determina nuestra evolución en sociedad. Estas condiciones nos perfilaran en la variedad cultural, social, psicológica y emocional de nuestras diferencias. A eso se sumará la ineludible condición material, económica, política y de poder, donde una minoría recibe privilegios, la que se enriquece, mientras que la gran mayoría es motivo de empobrecimiento, separación y conflictos.

Las actuales desigualdades están asociadas a la civilización anglosajona, la primera en desarrollar el capitalismo como lo conocemos, que impuso en la modernidad las políticas neoliberales, relegando a segundo plano los valores colectivos de servicio entre los seres humanos y del bien común, dando primacía al mercado, al individualismo y consumismo. Estas políticas generan que miles de personas de nuestro planeta mueran de hambre, en una tierra que produce alimentos de sobra para todos. Quienes ya se alimentaban, ahora tienen obesidad, y quienes no se alimentaban hoy siguen sufriendo terribles hambrunas.

Frente a las diversas enfermedades, vemos nuevamente la crueldad del mercado. Existiendo remedios y tratamientos, el sistema neoliberal se los niega en base al dinero…

A escala global la desigualdad se manifiesta de las formas más diversas y terribles. Entre las distintas realidades de países, regiones y comunas; entre personas informadas e instruidas, y por otra parte, personas ignorantes, desinformadas, el siempre latente conflicto  entre mujeres y hombres; entre la humanidad y la naturaleza, el medio ambiente y la biosfera.

Estos conflictos se agudizan cada vez más en gran medida por la existencia histórica de grupos de poder. El rol de cada uno de estos grupos, desde tiempos inmemorables, ha sido manejar las sociedades, dividiéndolas, promoviendo el conflicto, logrando así dominar a las mayorías para sus propios intereses, es decir crear y mantener una situación de privilegio a favor de estas élites.

La terrible desigualdad, en uno de sus datos más duros.

El sexismo que somete, la misoginia y la misandria; el racismo a conveniencia siendo que la humanidad no tiene razas, la xenofobia que divide a los pueblos y provoca guerras, el factor económico como la avaricia y el lucro, son rasgos implícitos de las distintas sociedades humanas, y dónde capitalismo y comunismo han sido afectados sin excepción.

Eso es así porque estas faltas de humanidad no se pueden controlar por decreto, no basta con promulgar leyes. Necesitamos generar y aplicar en nosotros mismos procesos de profunda liberación psicológica, en especial en los sectores sociales subordinados, que son los que aceptan la dominación y estos son verdaderamente el pilar que sostiene la injusticia. Por más fuerte que sea la élite, la humanidad siempre será más, entonces: ¿porque no ha ocurrido la emancipación todavía? Y volvemos a lo mismo: Es un fenómeno cultural.

Los radicales con su gran experiencia histórica, debemos continuar contribuyendo en la evolución de nuestra sociedad aquejada por profundas injusticias, que nacen de una cultura autoritaria, oscurantista, de sometimiento y resignación que no hemos sido capaces de superar como país. Debemos edificar sobre sólidas bases culturales y educacionales una sociedad justa, responsable y sostenible, que se funde en un régimen político democrático, informado y participativo. Que el estado reconozca y respete la autonomía de los pueblos originarios, que ampare la diversidad de género, sexual, cultural, fomentando el pluralismo político en el marco del respeto y defensa de los derechos naturales de las personas, así como del medioambiente en que vivimos y debemos cuidar para las futuras generaciones.

Así, la Carta Internacional de Derechos Humanos, es la piedra angular de esta futura humanidad que debemos crear en Chile y promover respetuosamente en el resto del mundo. Por ello debe tener rango constitucional en nuestra nueva carta fundamental.

Debemos defender sin ambages todas las libertades públicas y privadas, frente a instituciones e individuos que quieren dominar nuestras vidas.

Debemos poner la economía al servicio de la humanidad, y no a las personas como esclavos del dinero. No puede ser posible que quienes dieron una vida de trabajo al país, reciban pensiones de hambre, por la excusa que sea. ¿Qué clase de sociedad pretenden construir?

Debemos interiorizar que la libertad de uno termina donde empieza la libertad del otro. Ahí comprobaremos que la libertad no existirá donde no se garantice la igualdad… La igualdad ante la ley, como base fundamental para defender las libertades y todos nuestros derechos.

El nuevo Chile digno ha de construirse sobre el principio de que la dignidad de una persona sin dinero, es la misma que la dignidad de la persona que si lo tiene. En que ambas personas son iguales, y la justicia por tanto será igual para todos. No puede haber justicia y un modelo para los ricos, y en paralelo otra “justicia” y opresión para los demás. En ese marco constitucional, la igualdad no será ya una palabra bonita, sino la realidad de una sociedad que no tolerará más injusticias ni atropellos amparados en antiguos y rancios privilegios.

Carlos Vera

Por Carlos Vera

Militante Radical.