Desde Chile, observamos con gran admiración la toma de posesión de Claudia Sheinbaum, la primera mujer presidenta de México. Este hito no solo marca un cambio significativo en la representación política, sino que también simboliza la culminación de un proceso de transformación más amplio iniciado por su predecesor, Andrés Manuel López Obrador (AMLO). Durante su mandato, AMLO emprendió una serie de reformas profundas que reconfiguraron la estructura socioeconómica de México. Políticas centradas en combatir la corrupción, aumentar la justicia social y fortalecer la economía pavimentaron el camino para que líderes como Sheinbaum continúen y expandan estos esfuerzos, incluyendo el impulso crucial hacia la igualdad de género.

Claudia Sheinbaum, ingeniera en energía, física y doctora en ingeniería ambiental, es la primera mujer en asumir la presidencia de México. De origen judío secular y activista desde joven, Sheinbaum fue parte del equipo fundador de MORENA, el partido de AMLO. Como jefa de gobierno de Ciudad de México, priorizó la sostenibilidad, los derechos sociales y el transporte público. Su formación académica, su compromiso con el medio ambiente y su enfoque en la equidad social han marcado su carrera política.

Así, esta histórica toma de posesión también estuvo marcada por la participación de Ifigenia Martínez, una figura emblemática de la lucha mexicana. Hasta sus últimos días, continuó defendiendo los principios de justicia social y equidad. La vida de Ifigenia, que ha concluido hace tan solo unos días, tuvo el honor de ser la presidenta de la Cámara de Diputados que le pasó la banda a Claudia Sheinbaum, la primera mujer presidenta de la República. Estos momentos nos llaman a la reflexión: estas luchas no son nuevas, sino parte de una epopeya que diversas generaciones forjaron con tenacidad. La figura de Ifigenia se mantiene como símbolo de estas luchas. Un testimonio de vida de la política mexicana en pos de una mayor inclusión y justicia.

Ifigenia Martínez, Doctora en Economía por la Universidad de Harvard, se dedicó a desarrollar una economía al servicio de la gente.

Del mismo modo, la elección de Sheinbaum no es un fenómeno aislado, sino el reflejo de una América Latina que lucha por un cambio estructural y duradero. Su liderazgo, marcado por un compromiso con la sostenibilidad ambiental y la equidad social, resuena con los desafíos que enfrentamos en Chile y más allá. Como progresistas y radicales, admiramos este proceso, que no solo aborda las reformas necesarias, sino que también rompe las barreras de género en la política.

Este momento histórico, con Sheinbaum al frente, no solo nos brinda la oportunidad de reflexionar sobre cómo las políticas implementadas bajo AMLO han influenciado a México, nuestro país hermano, sino también a toda nuestra familia latinoamericana. Nos invita a considerar la interconexión de nuestras luchas. A reconocer que, aunque estemos a la distancia, nuestras aspiraciones por un futuro justo y sostenible son compartidas. La nueva presidencia de Sheinbaum nos recuerda que otro mundo es posible si luchamos por ello. Es una fuente de inspiración para toda la comunidad global de hombres y mujeres comprometidos con la visión de transformaciones radicales que lleven la justicia, la felicidad y el desarrollo a cada rincón del mundo.

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