En las últimas semanas, las calles de España han sido testigos de un clamor creciente, un rechazo visible hacia la monarquía que, para muchos, ya no representa los valores de una sociedad democrática. La imagen de una multitud arrojando barro y gritos a los representantes de la corona no es solo un acto de protesta; es un símbolo de la distancia entre una institución que se mantiene en el poder por linaje y un pueblo que ha evolucionado hacia la exigencia de justicia, igualdad y verdadera representatividad.
Fuente: Deutsche Welle.
Este fenómeno no es meramente una expresión de enojo, sino el reflejo de décadas de frustración y contradicciones no resueltas. La monarquía, heredada de la dictadura franquista y validada secretamente durante la transición, ha perdurado en España como un pacto tácito, pero cada vez más endeble ante la crecientes debilidades estructurales del sistema socioeconómico de la peninsula. Las promesas de estabilidad y prosperidad que una vez aparentemente justificaron su continuidad parecen haber quedado superadas por los tiempos. Hoy, en un país donde la corrupción, la falta de transparencia y las conexiones con el poder económico no dejan de aflorar, la figura del rey ya no inspira respeto, sino desconfianza. La monarquía está obsoleta.
Sincerarse
El sistema político, económico y judicial, muy vinculado entre sí como tambien ocurre en otros países, no ha escatimado esfuerzos para ir en defensa de la corona, como valuarte de la estabilidad del mismo sistema del que se profita. Por ello, acá los principios no tienen frontera: tanto la derecha del Partido Popular (PP), como la izquierda que lidera el Partido Socialista Obrero Español (PSOE), ambos validan el régimen monárquico.
Es tragicomico especialmente en el caso del PSOE, que con un pasado vehemente republicano, y estando en el poder con Pedro Sánchez, quien declara ser republicano, en los hechos no ha realizado gran iniciativa en el área, incluso encubriendo la corrupción de la Casa Real. Muy atrás quedan las frases grandilocuentes de los años 30, o el Congreso de 1974 donde se llamaba a proclamar una República Federal. El funambulismo político, contorsionismo o republicanismo de postín, son algunas de las frases muy apropiadas que usa el artículo de Publico que recomendamos leer: El doble juego del PSOE con la Corona: republicano para la afición, monárquico en el Parlamento
En este momento, es propicio realizar una invitación democrática a un nuevo capítulo en la historia de España.
Evolucionar
Frente a la crisis, la respuesta no debe ser la represión ni el silencio. Trascendiendo monarquías republicanas, o republicas monárquicas, ha llegado el momento de la maduración del país. De que el pueblo decida mediante un plebiscito, en paz, el abrir las puertas a una República Española. Cada pueblo tiene derecho a establecer su forma de gobernarse, sin imposiciones y respetando siempre la voluntad soberana de sus ciudadanos.
Por ello, la República es el verdadero corolario en la lucha por la igualdad de derechos. En una democracia plena, el poder emana del pueblo y debe ser elegido por el pueblo. En ningun caso heredado como un privilegio por cuna. Por ello, el proponer una República no es una medida extrema; es un acto de respeto y coherencia hacia los principios básicos de la democracia. Es hora de que España camine hacia una estructura de poder que refleje fielmente la voluntad de sus ciudadanos, sin símbolos anacrónicos que sólo perpetúan la desigualdad y el privilegio.
Este proceso natural en la evolución humana, sería más que un cambio de símbolos; significaría que España se une finalmente a la familia republicana a la que pertenecen todos los demás países que comparten la lengua castellana, dejando atrás una reliquia de poder oscurantista que es testimonio de un pasado injusto y desigual. La monarquía ya ha sido superada en la aplastante mayoría de las naciones del mundo, en pos de seguir el camino natural de la democracia, la igualdad y la fraternidad. Por ello, el camino hacia una República no debe ser visto como una amenaza, sino como una oportunidad para redescubrir, en paz, los valores que una sociedad verdaderamente democrática y justa merece.